Ajena va la multitud y ajena
la tropa va de tanto descabello
y, aunque marcados por el mismo sello
vayan dos más hacia la misma pena,
ajeno vas, con el modero al cuello
y por collar tu tabla de condena,
y vas solo, llevando con cadena
fuera de la ciudad, ya sin resuello,
porque nadie contigo hundió sus fauces
en las entrañas de la profecía
para beber la luz del hombre;
y solo tú, Jesús, abres los cauces
de la vida y tú solo haces tu Vía
Crucis, y en esa cruz va nuestro nombre.
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